Bienvenidos a Neyba...
....tierra que vibra con la energía de su propio Sol.
Uvas...
...racimos de bendición que nos abren al mundo.
Las Marías.....
....manantial de espejitos escapados de mis sueños.

"Ven a Neyba", es un espacio virtual que surge con el propósito de promover  el potencial humano y material con que cuenta esta laboriosa cuidad, ubicada al pie de la sierra que lleva por nombre también Neyba, en el sur de la República Dominicana. Como pretensión igual de importante, nos mueve el deseo de compartir con todos los que se sienten ser Neyberos, no importa en que parte del mundo se encuentren.

Las informaciones a publicar en “Ven a Neyba”, serán producto de las mismas personas que interactúen por aquí; para eso hemos creado la siguiente dirección de correo electrónico, donde podrán enviar sus trabajos: 
venaneyba@hotmail.com.

A través del menú de opciones (
Protada, Lecturas, Potencial, Actividades, y Contacto) localizado en la parte superior derecha, podrás acceder a todas las informaciones. "Ven a Neyba” agradece de antemano su colaboración en ese sentido. 

Bienvenidos sean todos….

Para publicaciones: venaneyba@hotmail.com  

 

El Valle de la Esperanza

Por: Julio Régil Herasme

Soy de un lugar de contrastes geográficos: una tierra fértil hace vecindad con otra estéril y salina; un roble puede ver a la distancia un cactus; no hay playas, pero si palmeras. Una cordillera de montañas bajas rodea mi terruño y una maraña de pequeños riachuelos y manantiales de agua cristalina brotan de la tierra y bañan su cara. Es como la antesala del Edén.

En mi tierra, el calor mortecino del medio día es infernal –guardando las distancias- y, choca con la temperatura agradable dos kilómetros más arriba. En ese lugar, en la carretera, llamado por los paisanos, “la S”, por su forma en curva puedes contemplar una gran parte del valle, las montañas del otro lado, la ciudad, “el Salao”.... Allí, el tiempo parece detenerse. Ver la tierra desde esa perspectiva aviva los sentimientos más nobles y enternece al más osco de los hombres. El viento sublime, fresco, te golpea el rostro como besos, y entonces tienes la sensación de que te encuentras en el epicentro del paraíso.

La vid comparte territorio con los plátanos, los mangos, el cebollín, la guanábana y los limones, entre otros. Puedes caminar sus conucos e inhalar el tufo de la tierra y darte un chapuzón en las entrañas de su balneario, Las Marías.

En el vergel de donde provengo, hay caminos de piedras muy blancas, de polvo y de tierra húmeda con un manto de hojas caídas. Lo flanquean las guerreras guazábaras, los matorrales y los platanales. Es una buena tierra para vivir, para criar a sus hijos, para compartir con los amigos y para envejecer.

Su gente es también de contrastes. Los hombres y mujeres se ufanan de serlo: ellos suelen ser tan bravos como respetuosos, ellas decididas, cariñosas. Sus gentes pueden ser cristalinas como el agua de Las Marías o hincar como los sables de las guazábaras; blandas como la carne de la uva o agrias como el limón. Pero con todo, lo destacable es la sensación de esperanza de las personas; el cariño a ultranza por la tierra. Los neyberos tienen un orgullo supremo por su latifundio y una confianza infinita en un cambio para bien del que es, o fue su hogar, de su gente.


El que allí no vive, los más longevos y los que no lo son tanto, añoran vivencias recientes y añejas. Mis gentes tienen el nombre de su terruño a flor de los labios. El que allí no vive, desea volver; el que allí está, allá desea que le entierren. Es inexplicable, sólo hay que sentirlo: habría que serlo. Habría que ser neybero.


En fin, mi tierra es de ilusión, posa su cara al cielo y escupe sus bondades a todo aquel que vive y la visita. Quizá no sea el Edén ni el paraíso, pero es NUESTRO Edén, nuestro paraíso. Es nuestra tierra de esperanza.

Julio Régil Herasme

19 de Marzo del 2009

 

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