Versos

Ángel Atila Hernández Acosta

Canto a Neyba

Como un incendio de amorosos lirios

llega mi canto a tu mansión gloriosa.

Tu casa es el laurel, la palma erguida

que en inmortales luchas

por nuestra independencia,

ganaste aquella vez, cuando la historia

bendijo tu epopeya,

al encender el foro de tu nombre.

 

Mi canto llega en el preciso instante

en que el metal de tus campanas suena,

y un humo pasional

de levantado incienso

vertical hacia Dios desencadenas.

Traigo en tu voz los cardinales verdes

de un himno esperanzado,

y este indecible afán de suponerte

sostenida en el ancla de una estrella,

para darte, mi Neiba, el alfabeto

de acrecentado amor

que desde el corazón al alma llega.

 

Traigo, oh Neiba, la temperatura

sinfónica del pájaro,

flotante rumor con que la brisa

sacude en la mañana

los fúlgidos pañales de la aurora,

y esta piedad de húmedas palomas

que en mi pecho se enhiestan jubilosas.

Traigo, amorosísimo solar

de escudos espartanos:

esta palabra nueva que te nombra

allí, sonoramente,

donde la luz audaz del pensamiento

te encuentran a cada instante ir gozosa

de manos con la gloria.
                   
                 -II-

 Si cuando aconteciste bajo el sol,

el destino te hubiera preferido,

ha tiempo tu presencia hubiera estado

dondequiera que el canto y la alabanza

sus alas desataran,

y tu heroico historial fuera una llama,

siempre rumbo a lo azul, siempre encendida.

Tu nombre fuera un mástil sosteniendo

una festiva ruta de banderas,

y aquel metal de la aquilina espada

que lanzaste en tempestades de destellos

desde la antigua Fuente del Rodeo

hasta allí donde cantan Las Marías,

sonora como himno permanente.

 

Pero he aquí que un día

los hombre te dejaron solitaria,

sin más mansión que tu silencio,

sin más canción triunfal que tu palabra

–valiente en La Caleta y Postrer Río-

y la epopeya perennal que guardas

en tu feliz laurel cambronalero.

Un eco no venía hacia el encuentro

con la herida verdad de tu reclamo,

y allí donde sembrabas tu simiente

de amor y de esperanza

sólo la espiga  del dolor hallabas.

                   -III-

 Por eso te encontraba solamente

en la apretada urbanidad silente

de tus calles con sueños;

en la senil resignación que ataba

tus casas a la pena;

en la alta bayahonda que escoltaba

por cactus y guazábaras,

venía decidida a humedecer

con sangre tu costado;

en la calma del asno indiferente;

en la vereda blanca

que ardía en soledades implacables,

y en el paisaje triste en que se hundían

del sol los mil cuchillos.





ES VERDAD…….ES COQUETA LA LUNA.

La vi desvestirse frente al espejo de Las Marías

Y al saberse observada,

Como alpinista escaló la sierra de Neyba

Y escondida entre café a la flor,

Rozó sus labios amarillo-mango con las aguas de Panzo

Guiñando con picardía un ojo a los guineos..


Estaba llena de encantos,

Menguaba con creciente sonrisa,

sedujo al cachón del Tanque

y embriagó de celos el lago que de glorias llenó Enriquillo. …….


Todos los ojos la vieron;


Cachón Grande….

La Llantica….

La poza de Regalao….

Y entre piropos la tina de Aná.


Siiiii….Es coqueta la Luna,


Como en pasarela zigzagueante

anduvo por techos oxidados de sueños mientras sus casas dormían

y modeló por sus anchas calles de generales, de poetas, patricios y mártires….

Dibujando siluetas gimnastas sobre parrales verdes y rojo-oscuro…

Compueblanos……siiiii….es coqueta la Luna; O Neyba la emborrachó con su vino de Uvas


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